jueves, 2 de marzo de 2017

¿QUIÉN PIENSA EN LOS NIÑOS?



Sabemos que se presentaron 60.000 voluntarios en la Provincia de Buenos Aires, para asistir a los centros educativos durante el paro convocado por los docentes para el 6  y 7 de marzo, fecha de la iniciación de las clases.
La gobernadora de la Provincia piensa convocarlos para acompañar en redes de educación no formal, como comedores, asociaciones parroquiales y clubes de barrio donde se brinda apoyo escolar. El plan se denomina Mi Parte por la Educación
Lo importante y destacado de todo esto consiste en el objetivo que mueve a esta medida, que no es otro que el de tomar conciencia de que los niños no pueden ser siempre las víctimas vulnerables y rehenes permanentes de las desinteligencias y discordias entre los mayores.
Acabamos de publicar nuestra opinión, en nuestro blog, acerca de la falta de consideración advertida en nuestra sociedad con respecto al tratamiento del prójimo, bajo el título de “Mis niños y mis ancianos”, y nuestra inquietud, más que preocupación, se ve ahora justificada al tomar conocimiento de las críticas que se alzan contra un propósito netamente humano de asistir a nuestros niños.  Se desnaturalizan los objetivos con argumentos materialistas de orden sindical, político y profesional completamente alejados del término niñez. Los comunicados oficiales de municipalidades populosas como La Matanza y Avellaneda anuncian la prohibición de aceptar la entrada de voluntarios que interpretan como un “ninguneo” a los docentes o como “rompehuelgas”, pero ya no es el caso de que estén evidenciando el total desinterés en los alumnos, sino que, como decimos en nuestro artículo, los usan como carne de cañón, pues advierten que se pone en peligro la integridad física de los niños. Perversa actitud que no tiene perdón.
Nadie quiere ningunear ni romper huelgas, señores intendentes, sólo se busca la tranquilidad y la paz de nuestros pequeños, pues no se puede negar que esta confrontación les hace mucho mal.

Si no fuera por mi avanzada edad, con gusto me ofrecería como voluntario, únicamente para reunirlos en la clase y contarles cuentos, jugar con adivinanzas, entretenerlos y colaborar con sus padres con una asistencia al colegio que les permita sus quehaceres en tiempo escolar. Normalizada la situación, reanudarían sus actividades estudiantiles y yo quizá solo en mi hogar, feliz de haber dado cariño, entendimiento y alegría a mis niños.