sábado, 18 de abril de 2015

EL PLACER DE LA VENGANZA (II)


La hija del Coronel Juan Carlos Jones Tamayo, María Guadalupe se pregunta angustiada, "¿Dónde están los derechos humanos?" y en su carta al diario La Nación nos dice:
"Soy hija del coronel Juan Carlos Jones Tamayo, preso político en la cárcel de Salta. Tiene 72 años, es diabético, tiene problemas de presión y para él, como para otros en su misma situación, no corre la prisión domiciliaria por tener mas de 70 años. ¿Dónde están los derechos humanos? ¿O sólo se miden con el ojo izquierdo? Envié correos electrónicos a todos los candidatos y no tuve respuesta de ninguno. Yo quiero saber cuál es la postura de cada uno de ellos sobre este tema. Sólo me llego un mail de Macri titulado "Soy totalmente optimista", en el que habla del futuro de los argentinos, pero sin aclararme su posición. Quiero respuestas y no mensajes decorados con lindas palabras, no estoy sola... somos más de 1800 familias esperando una respuesta antes de dar nuestro voto."
Es un caso similar al que me he referido con respecto al Coronel Enrique Stel, prisionero sin causa, sin proceso, sin pruebas, por un "presunto" delito de lesa humanidad cometido hace 36 años.
La vengativa acción del Gobierno contra las fuerzas armadas constituye un genocidio militar por portación de uniforme. Los juicios “especiales” por delitos de lesa humanidad se realizan vulnerando las reglas internacionales del derecho penal. No rigen los principios de responsabilidad penal individual y el de la presunción de inocencia. Las `pruebas se basan en declaraciones de terceros que declaran como falsos testigos. Todo preparado para un juicio armado con imputaciones por presuntos delitos. Los procesos duran años y los sospechosos ya viven su condena en prisiones hediondas, torturados, alejados de sus familias y con un abandono total y premeditado de su salud. No se respeta su edad, no se respeta su condición humana.
En 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se trata de un documento que en 30 artículos recoge los derechos civiles y políticos y económicos, sociales y culturales básicos de la persona humana,
Dos años después, el organismo internacional proclamó el 10 de diciembre para conmemorar la histórica fecha.
Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles.
Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y garantizados por ella, a través de los tratados, el derecho internacional consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del derecho internacional. El derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que tienen los gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones, o de abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a fin de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos.
Lo que tiene carácter universal y comprende a todos los habitantes sin excepción, fue apropiado por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner como una bandera proselitista que agitada en su provecho, significó la venganza hacia los militares que combatieron el comunismo terrorista de los años 70 y el olvido y escarnio a las víctimas de dicho terrorismo, a las que jamás se les reconoció derecho alguno.
La explotación de los derechos humanos fue inicua, rodeada de un falso relato que siempre inclinó la balanza de la justicia a favor de los terroristas al grado de que se les adjudicó una asignación mensual como premio a sus crímenes. Mientras hay militares detenidos sin sentencia, en fétidas cárceles sin atención médica, en su casi totalidad ancianos de más de 70 años, el gobierno continúa enarbolando la bandera de los derechos humanos, a pesar de las recomendaciones llegadas de organismos internacionales, advertidos por los familiares de los presos políticos.
Esos sagrados derechos no rigen para los niños que mueren por desnutrición, en la indigencia total ni para los ancianos descartados de la sociedad y castigados con injustas remuneraciones jubilatorias y un cruel tratamiento, donde la clase pasiva es agraviada, con el inocultable placer de la venganza.
¿Qué papel juega la prensa en este abominable período de nuestra historia? Uno muy triste por cierto. Lo que debería ser un encendido clamor por la defensa de los derechos perversamente conculcados por un orden superior de una casta entronizada en el poder, es un liviano publicar sin compromiso alguno, carente del fuego sagrado de una crítica severa.
Con un final análogo al de mi primer artículo, cuando las cárceles se abran para los inocentes y se cierren para los que ahora buscan escapar impunes, entonces sí, volveré a creer en el periodismo, en la gente, en la sociedad.