jueves, 26 de marzo de 2015

UNA PROPUESTA INDECENTE ( no es la película)



Reforzando mi opinión sobre la propuesta del Poder Ejecutivo (léase Cristina) para designar juez de la Corte Suprema a un advenedizo militante sin idoneidad, sin experiencia, sin moral, defensor de la delincuencia, abolicionista, enemigo de la sociedad a la que considera culpable y al delincuente víctima de ella, transcribo un artículo del fiscal de la provincia de Buenos Aires, Marcelo Romero, que estimo es una clase de Derecho Penal, brevísima, pero sustanciosa y como él manifiesta, de recomendable lectura para los jóvenes estudiantes de Derecho, presas fáciles de estas caóticas doctrinas populistas.
"El candidato propuesto por el Poder Ejecutivo para suceder en la Corte Suprema de Justicia de la Nación a Eugenio Raúl Zaffaroni, Roberto Carlés, ha manifestado públicamente que “la pena perpetua es inhumana, tendría que ser abolida…”
El discípulo  elegido para reemplazar al gurú del penalismo argentino en el máximo Tribunal de Justicia del país ha izado los estandartes de la destrucción del sistema penal mucho más alto que su maestro. Ha utilizado la palabra “abolida”, del verbo abolir.
Hasta ahora, los abolicionistas, se habían escudado en el concepto de “garantismo”, confundiendo a gran parte de la ciudadanía que -en su desconocimiento respecto de términos legales- equiparaba el cumplimiento de los preceptos constitucionales en el marco de un proceso penal (garantismo), con la pseudo-doctrina foránea destinada a la destrucción del sistema penal mismo (abolicionismo).
Roberto Carlés se animó a quitarse la máscara. Dejó de lado las palabras extrañas que utiliza su maestro en sus libros y conferencias y se sinceró. Ahora, abolir es la cuestión.
Comenzó con las penas perpetuas (ya su mentor y sus miles de seguidores lo habían hecho con la reincidencia).
¿Cuál será el próximo tópico del futuro juez supremo?
Es de suponer que se tratará de la pena privativa de libertad en su totalidad. Su mecenas Zaffaroni dijo en innumerables oportunidades que la cárcel “no sirve para nada”. Que el Estado no está “legitimado” para imponer penas, que la pena es un “hecho político”, entre otros disparates.
¿Mejorar el sistema carcelario? Ni hablar!
Lo que corresponde es abolir. Eliminar…
¿Y la víctima? Bien gracias.
El muerto ya no puede quejarse. Ya no es humano. Lo único inhumano es el castigo al matador.
Así de sencillo. Así de repugnante.
Para los abolicionistas, el “delito” es una creación política. El proceso penal es una farsa de los poderosos, que le quitaron a los particulares el “conflicto”….
Así de ridículo. Así de seductor.
Mientras miles de estudiantes de Derecho (y muchos graduados -abogados particulares y magistrados-) repiten embobados estas zonceras, el delito crece en cantidad y en gravedad. La droga hace estragos y potencia el accionar criminal. Las cárceles son post-grados del delito. La comunidad nos implora más seguridad y mejor administración de justicia...
Pero ahí están ellos. Con sus cantos de sirenas. Con sus palabras y frases rebuscadas. Con sus conferencias inintelegibles…
Ahí están ellos, los abolicionistas, encerrados en su burbuja gaseosa."